A las ocho y media de la tarde de este lunes, el líder del movimiento Solidaridad y posterior presidente de Polonia, Lech Walesa, empujó junto a Miklos Nemeth, primer ministro húngaro en 1989, la primera pieza del dominó gigante que simbolizaba el antiguo muro de Berlín. Fue el momento álgido de la gran fiesta de la libertad que celebraba su caída 20 años atrás. Los aplausos ante la Puerta de Brandeburgo, símbolo de la partición de la ciudad, eran entusiastas. Decenas de miles de personas aguantaban con impermeables y paraguas la fuerte lluvia y temperaturas bajo cero de la capital alemana.
Invitados de 30 países participaron en la conmemoración, entre ellos los representantes de las potencias aliadas que ocuparon Berlín tras la II Guerra Mundial: el presidente ruso, Dmitri Medvédev; el de Francia, Nicolas Sarkozy; el primer ministro británico, Gordon Brown, y la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton.
La canciller Angela Merkel presidió la ceremonia. Tampoco faltaron protagonistas de la época, como el jefe de Estado de la desaparecida Unión Soviética Mijaíl Gorbachov, sentado en la tribuna junto al entonces ministro alemán de Asuntos Exteriores, Hans-Dietrich Genscher. El presidente alemán, Horst Köhler, se refirió al 9 de noviembre de 1989 como la fecha de "un cambio de época hacia la libertad y la democracia". El mundo, en eso coincidieron todos, "cambió aquel día".
La fiesta de la libertad comenzó en Berlín a las siete de la tarde. El centro de la ciudad estaba adornado por el falso muro de más mil fichas de dominó hechas de corcho blanco, de dos metros y medio de altura, cada una pintada de forma diferente. Sobre las piezas primaban los mensajes de reconciliación y de alegría, pero también había algún logotipo publicitario de empresas patrocinadoras.
Es el recordatorio de la victoria del sistema capitalista, que tuvo lugar este mismo día hace 20 años. Además, los discursos de Angela Merkel y del alcalde-gobernador de Berlín, Klaus Wowereit, así como las palabras del director de la Staatskapelle, la orquesta de la ópera estatal de Berlín, Daniel Barenboim, recordaron el suceso luctuoso cuyo aniversario se conmemoraba también: el pogromo antisemita conocido como Noche de los cristales rotos, de 1938, cuando la turba nazi comenzó una espiral de violencia que culminaría en el Holocausto. La Staatskapelle tocó para recordarlo Un superviviente de Varsovia, del compositor judío austriaco Arnold Schoenberg. "La libertad", dijo Merkel, "no surge sola, hay que luchar por ella". Merkel, que creció en la antigua República Democrática Alemana (RDA) bajo "la dictadura del proletariado", agradeció a las personas que "lucharon hace 20 años" por la apertura del Muro, en Berlín y en otros países de la órbita soviética como Polonia y la antigua Checoslovaquia. "Juntos pudimos tirar el Muro", concluyó, "ahora está en nuestra mano superar las fronteras de nuestro tiempo; si cremos en ello podemos lograrlo". Merkel concluyó: "Para mí, fue uno de los días más felices de mi vida".
Barenboim había abierto la fiesta con piezas de Wagner, Schoenberg, Beethoven y Friedrich Gold, y anunció una sorpresa: Plácido Domingo cantó la tonada Berliner Luft (El aire berlinés) del compositor de Berlín Paul Lincke, una especie de himno popular de la ciudad. El público compartió la alegría con la tribuna, donde Merkel, Genscher y los demás invitados demostraron su alegría batiendo palmas. A Plácido Domingo le pidió el público un bis, que concedió junto a la Staatskapelle. La satisfacción de los berlineses era palpable.
Antes de que lo hiciera Merkel, hablaron Dmitri Medvédev, Nicolas Sarkozy, Gordon Brown y Hillary Clinton, que presentó una felicitación grabada en vídeo del presidente Barack Obama. Obtuvo una gran ovación.
El distrito político de la capital alemana estaba tomado. El Muro era de cartón piedra y pintado, pero los cientos de policías eran de verdad. A las seis y media de la tarde, las comitivas oficiales impedían el paso de los ciudadanos. Entre divertidos y curiosos, miles de berlineses especulaban en las aceras sobre quién podía ocupar cada vehículo. "Ahí va el ruso, ¿cómo se llama?", se preguntaba Christiane, berlinesa del Oeste. El desfile impresionaba. Cuando la caravana se detuvo, un grupo de personas permanecía aún junto a un furgón con dos tiradores de élite de la policía, con los ojos puestos en las miras telescópicas. "Serán de visión nocturna", le decía un hombre a su boquiabierto hijo. No muy lejos, en la Luisenstrasse, Marius y Catarina, nacidos en 1991, celebraban la caída del Muro refugiados con una botella de sidra. Viven en Potsdam, en el antiguo Berlín Este. Ella es del Oeste; él, del Este. ¿Diferencias? "Alguna habrá, pero es cosa de nuestros padres". El Muro sólo lo conocen a través de los libros de la escuela.