Los adolescentes descubren la ideología
Los adolescentes de hoy han redescubierto el poder de la ideología, guardada en el cajón por la generación precedente. Un retrato de los niños nacidos en los primeros noventa deja el mismo paisaje de consumo, pasión por el dinero, el ocio, la música y las marcas comerciales que los chicos anteriores. Pero cierta ideología empieza a colarse -también a través de la música- en una generación que madura tras la guerra de Irak, los atentados del 11-M y en pleno cambio climático. La crispación también tiene algo que ver.
Sus ideas son, por lo general, de pancarta y eslogan. Sociólogos y profesores sugieren que los jóvenes carecen de una base sólida para defenderlas, y que no por asumir una bandera desean participar más en los asuntos públicos. La lucha contra el hambre, por el medio ambiente o los derechos humanos les han amueblado de valores, aunque eso no significa que estén dispuestos a sacrificarse demasiado. Los nuevos adolescentes también salen más a la calle para manifestarse, pero se sienten a años luz de los partidos políticos.
"Los chavales se cuelgan etiquetas unos a otros. Que si éste es un facha, que si aquél es un progre. Se ubican en un bando sin conocer el significado". La profesora que pronuncia estas palabras trabaja en el instituto de Madrid donde estudió Carlos Javier Palomino, el chaval de 16 años asesinado hace tres semanas a manos, supuestamente, de un neonazi. Carlos abandonó los estudios y comenzó a frecuentar la compañía de un grupo de jóvenes de estética skin, de los que se autodenominan antifascistas. Murió cuando acudía a reventar una manifestación xenófoba.
"La mayoría de adolescentes que se adhieren a grupos radicales lo hacen porque buscan amparo, no porque estén de acuerdo con estas ideas o aquéllas", asegura la docente.
Quienes participan en colectivos de signo radical y recurren a acciones violentas son una minoría. La juventud se muestra, por lo general, apática ante la política y apuesta por "vivir la vida a tope" en un contexto de "libertad absoluta" en el que la máxima premisa es "disfrutar de los placeres". Así lo describen multitud de encuestas elaboradas por instituciones públicas y privadas. Sin embargo, esa minoría actúa como "punta de lanza" de algo que los sociólogos observan desde hace unos años: la tendencia de los adolescentes a exhibir la propia ideología a base de repetir frases prefabricadas y de lucir símbolos en la solapa.
La creciente ideologización se da, sobre todo, en los chicos de entre 14 y 17 años, y es ajena al valor asignado a la política. El último estudio de la Fundación Santamaría indica que lo menos importante en la vida de los encuestados son la política y la religión. En su informe de 2006, el Observatorio de la Juventud en España apunta que la generación actual vive con mayor indiferencia la política que la de hace 20, o incluso 10 años. También son más los que se declaran "aburridos" (uno de cada tres) o "irritados" (el 20%) cuando escuchan al político de turno.
¿Cómo se explica, entonces, que los alumnos hayan desempolvado palabras-fetiche como facha o progre en las aulas? El catedrático Javier Elzo, uno de los principales investigadores en la materia, plantea una hipótesis: "La crispación de la vida política española en los últimos tres años se ha trasladado a los chavales, que la ven cada día en televisión", remarca.
El investigador comparte la hipótesis de que hay un "repunte" de la ideología entre los jóvenes, aunque ésta es "superficial" y "responde sólo a frases hechas". Así se explica que, durante una manifestación para condenar el asesinato de Carlos, un grupo de jóvenes gritara "¡a por ellos, como en Paracuellos!". O que uno de los detenidos en la última manifestación antifascistas de Barcelona fuera un menor que se había cambiado de chaqueta: la policía le había detenido anteriormente como integrante de una banda neonazi. "Les da igual. A veces cambian de acera tras los pasos de una novieta", comenta con cierta guasa un responsable policial.
"Hay acontecimientos que acentúan los aspectos ideológicos en la construcción de la identidad. Pero no nos equivoquemos: los criterios que mandan son los mismos que los de otras generaciones", defiende Álvaro Rodríguez, profesor de Psicología Social en la Universitat de Barcelona. Rodríguez sugiere que variables como la estética o el estilo musical siguen siendo prioritarios a la hora de perfilar la personalidad.
Autor de diversos estudios sobre juventud, Rodríguez se muestra relativamente optimista. Opina que valores como "la igualdad y la justicia" se han consolidado. Los estudios le dan la razón y resaltan la tolerancia de los jóvenes españoles, a la cabeza de Europa en este capítulo. En general, los adolescentes justifican cualquier actitud que tenga que ver con la afectividad o la vida personal: divorcio, las relaciones de pareja o la adopción de un niño por parte de homosexuales. Sólo los varones en la franja entre los 15 y los 17 años muestran alguna reticencia y se declaran, además, más permisivos ante conductas incívicas.
Buena parte de los jóvenes "asumiría riesgos importantes" por causas como la lucha contra el hambre o la libertad individual, según una encuesta del Instituto de la Juventud. Los sacrificios son, eso sí, una rara avis en una época "dominada por el aquí y ahora, sin presente y sin futuro", esboza el profesor de Sociología de la Juventud en la Universidad de Granada Antonio Espantaleón. El disfrute del tiempo libre es uno de los pilares de los jóvenes. Y el consumo, "la guía básica de su identidad", insiste Espantaleón. En el mismo sentido, Elzo recuerda una encuesta en la que se animaba a los jóvenes a remarcar elementos con los que se sintieran identificados. "Encabezaban la lista un preservativo, una discoteca, un coche y el alcohol. Sólo en sexto lugar aparecía un libro".
Los estudios confirman que "ganar dinero", "vivir como a uno le guste", "tener éxito" o "llevar una vida sexual satisfactoria" tienen mucho tirón entre los jóvenes. Sin embargo, valoran por encima de todo la salud, la familia y los amigos. Esta tríada, si funciona, constituye el núcleo de su bienestar. Y, por lo general, parece que funciona. La inmensa mayoría (un 88%) se declaran "satisfechos" con sus vidas. Saben que tienen que ser tolerantes, honrados, responsables, leales y humildes -ésas son las cualidades personales que más valoran- y saben, también, que del dicho al hecho media un abismo. Ellos mismos se perciben como inmaduros y dependientes, más que sus padres o hermanos mayores a esa edad.
Diversos expertos han subrayado los males que les acechan: inestabilidad emocional, inseguridad, dependencia de ídolos y miedo al futuro. "Están en una barca como náufragos y viven una felicidad efímera, porque los proyectos colectivos se han roto", sostiene Espantaleón. El sociólogo duda de que la "ideologización" de los jóvenes sea eficaz: también la ve "vacía, sin contenido preciso". "Los partidos podrían tirar del carro, porque ahora sólo hay movimientos espontáneos", abunda.
Xavier Argila, un chaval de 15 años que vive en el área metropolitana de Barcelona, sale con sus amigos a bailar música house y reguetón. No le interesa la política "para nada". Al contrario que algunos de sus compañeros de clase: "Hay un grupo que es como catalanista, de izquierdas o así. Escuchan música ska y siempre saltan con algo de Cataluña. Pero a mí me da igual". Para Xavier, un facha es "un skin que se siente muy español y al que le encanta el flamenco".
En clase, ni él ni la mayoría de adolescentes hablan de política. "Quizás, para evitar el conflicto en la confrontación de ideas diferentes", sugiere un estudio del Instituto de la Juventud. En las encuestas, la mayoría se sitúa en la franja central, con una ligera tendencia al centro-izquierda más pronunciada que en otros países europeos. Dos de cada 10 se declaran afines a la extrema derecha. En Alemania, Reino Unido o República Checa predominan los extremos. De uno u otro signo.
Casi cuatro de cada 10 jóvenes forman parte de alguna asociación; la mitad de éstas, deportivas. Un porcentaje que los expertos tildan de "pobre". Pese a que ni participan ni se interesan por la política, los adolescentes españoles sí han mostrado más ganas que los europeos por las formas de participación "alternativas". Por ejemplo, las manifestaciones. El 58% afirma haber asistido a alguna. Los expertos ven con buenos ojos que la juventud salga a la calle, pero piden algo más de profundidad para superar la dicotomía progre-facha que sobrevuela las aulas.