Según la propaganda imperialista, a partir del
conocido falsificador Conquest, los bolcheviques mataron a 26 millones
de personas, con el siguiente desglose: 12 millones de presos
ejecutados entre 1930 y 1953 y otros 14 millones muertos de hambre en
la década de los años veinte. También siguiendo sus cálculos, en 1950
había de 25 a 30 millones de presos en los campos de trabajo
soviéticos, de los que 12 de ellos eran "presos políticos", o sea
contrarrevolucionarios. Añade que en las depuraciones de 1936 a 1939
fueron ejecutadas un millón de personas y otros dos millones murieron
de hambre. El resultado de estas depuraciones serían 9 millones de
"presos políticos" y 3 millones de muertos.
Solzhenitsin, un fascista-zarista que recibió el Premio Nobel de
Literatura en pago a sus "servicios", infló todavía más las cifras de
Conquest. Según él, los bolcheviques mataron a 110 millones de
personas: 44 millones en la II Guerra Mundial y otros 66 millones desde
la colectivización hasta la muerte de Stalin en 1953. Finalmente,
calculaba que en 1953 en los campos de trabajo había 25 millones de
presos.
Estas son las cifras que luego la prensa imperialista ha
reproducido millones de veces por todo el mundo, por supuesto de
fuentes "fidedignas".
Naturalmente, las conclusiones de la apertura de los archivos
secretos por Gorbachov en 1993 no han recibido la misma dimensión
informativa y sólo han alcanzado a las publicaciones científicas
restringidas. Las conclusiones del estudio se han compendiado en 9.000
páginas redactadas por tres académicos rusos (Zemskov, Dougin y
Xlevnjuk) nada sospechosos de simpatías estalinistas. Estas
conclusiones han sido reproducidas también por Nicolas Werth del CNRS
(Instituto Francés de Investigaciones Científicas) en la revista
"L'Histoire" en septiembre de 1993, y por J. Arch Getty profesor de
Historia de la Universidad de River Side en California en la revista
"American Historical Review".
Todos los informes académicos son unánimes en desmentir la campaña tergiversadora.
Los campos en el sistema penal
Empecemos con la cuestión de la naturaleza del sistema penal
soviético. Después de 1930 el sistema penal soviético incluía
prisiones, campos de trabajo, colonias penales del Gulag, zonas
abiertas especiales y fianzas. Los detenidos eran, por lo general,
enviados a una cárcel normal mientras se llevaban a cabo las
investigaciones para establecer si eran inocentes, y en tal caso
liberados de inmediato, o si debían ir a juicio. En un juicio, los
acusados podían ser encontrados inocentes (y liberados) o culpables. Si
eran declarados culpables, podían ser sentenciados a pagar una fianza,
a una pena de cárcel o, en caso extremo, a la ejecución. Las fianzas
correspondían a un porcentaje determinado de sus sueldos por cierto
periodo de tiempo. Los sentenciados a prisión eran puestos en
diferentes cárceles según el tipo de delito.
La palabra rusa Gulag es el acrónimo de Glavnoie Upravlenie
ispravitel'no trudovij LAGerei, es decir: "Central Administrativa de
los Campos de Trabajo Correccionales". Estos campos de trabajo recibían
a quienes habían cometido delitos graves (homicidio, robo, violación,
delitos económicos, etc.), así como a muchos de los condenados por
actividades contrarrevolucionarias. Otros delincuentes, sentenciados a
penas de más de 3 años podían también ingresar a los campos de trabajo.
Después de pasar algún tiempo en un campo de trabajo, un prisionero
podía ser trasladado a una colonia penal o a una zona especial abierta.
En la URSS en 1940 existían 53 campos y 425 colonias de trabajo,
los famosos "gulags". Se diferenciaban porque las colonias eran más
pequeñas y con un régimen penitenciario más relajado que los campos y a
ellas se destinaban los presos con condenas más reducidas. En los
campos y colonias los presos no estaban recluidos en espacios cerrados
sino que trabajaban y cobraban el mismo sueldo que los demás
trabajadores, sobre la base del principio de que los presos no podían
resultar una carga para la sociedad. Trabajaban durante su jornada
laboral (7 horas diarias) y luego debían recluirse en los recintos
cerrados y custodiados. En la URSS no había cárceles como las que
conocemos aquí, en las que impera la ociosidad: trabajar era una
obligación para todos, y no un derecho. Imperaba el conocido principio
general de que "quien no trabaja no come".
Las zonas especiales abiertas eran, por lo general, áreas agrícolas
para los desterrados, como los kulaks (terratenientes) expropiados
durante la colectivización. Otras personas, culpables de delitos
menores, comunes o políticos, también cumplían sus penas en estas
áreas.
En 1939 en los campos y colonias había un total de 2 millones de
presos, de los que 454.000 eran contrarrevolucionarios. De ellos
murieron 160.000 por causas diversas, especialmente epidemias,
enfermedades contagiosas y falta de medicinas. Después de la guerra, en
1950, el número de contrarrevolucionarios presos subió a 578.000, pero
el porcentaje de presos que en total purgaban sus condenas nunca pasó
del 2,4% de la población adulta de aquella época.
¿Qué significan estas cifras? Hagamos comparaciones...
En Estados Unidos hoy viven 252 millones de personas y hay 5'5
millones de presos en total, es decir, un 2,8% de la población adulta.
Más que en la URSS de la época de Stalin. Y Estados Unidos ni padece un
levantamiento armado de las proporciones de la guerra civil en la URSS,
ni tampoco la amenaza exterior de ninguna potencia. Por el contrario,
la URSS surge de una guerra mundial, padece una guerra civil, una
invasión exterior de las grandes potencias, un sabotaje permanente de
espías y contrarrevolucionarios y, finalmente, una nueva guerra
mundial. A pesar de ello, el número total de presos era inferior al
actual en Estados Unidos.
En cuanto a las muertes en los campos y colonias de trabajo, los
porcentajes van del 5,2% en 1934 al 0,3% en 1953, lo que hace un total
aproximado de un millón de presos, la mitad de ellos en el periodo de
1934 a 1939, y siempre por causas involuntarias, como se demostró al
difundirse tras la II Guerra Mundial el uso de antibióticos, que redujo
notablemente el volumen de fallecimientos.
También es necesario tener en cuenta que no todos los sentenciados
a muerte en la Unión Soviética eran efectivamente ejecutados. Una gran
proporción de condenas a muerte fueron conmutadas por penas en los
campos de trabajo. También es importante distinguir entre los
delincuentes comunes y los contrarrevolucionarios. Muchos de los
sentenciados a muerte habían cometido crímenes violentos como asesinato
o violación. Hace 60 años este tipo de delitos eran castigados con la
muerte en muchos países.
En la URSS la pena de muerte para los delincuentes políticos se
ejecutaba sólo en los casos más graves de levantamientos armados contra
el socialismo. Dimitri Volkogonov, nombrado por Yeltsin jefe de los
antiguos archivos soviéticos, ha calculado en 30.514 el número de
fusilados entre 1936 y 1938 y, según cifras actuales del KGB, desde
1930 hasta 1953 habrían sido condenados a muerte 786.000 detenidos.
Pero esta última cifra no parece convincente y puede referirse al
total de ejecuciones entre delincuentes comunes y
contrarrevolucionarios. Quizá pueda deberse también a que el KGB
contabilizó todas las sentencias de muerte, incluso aquellas que luego
no se ejecutaban y se conmutaban por otras. En todo caso, puede decirse
que los fusilamientos en una de las fases más aguda de la lucha de
clases en la URSS entre 1936 y 1939, la época llamada del "gran terror"
entre los imperialistas, serían de unos 100.000. Por tanto, muy lejos
de los millones de la propaganda con la que nos han bombardeado durante
años.
Pero hay detalles muy poco conocidos. Por ejemplo, hasta 1937 la
pena máxima establecida por las leyes soviéticas era de 10 años, y el
82% de los condenados lo eran a penas inferiores a 5 años. Las penas
dictadas por los tribunales populares eran algo superiores, pero en
todo caso, sólo el 51% de los contrarrevolucionarios fueron condenados
en 1936 a penas superiores a los 5 años. Cuando en 1937 se elevó el
tope de las penas, sólo el 1% de los contrarrevolucionarios fueron
condenados a penas superiores a los 10 años. Ni existía la condena a
perpetuidad como en Estados Unidos, ni nadie cumplía condenas de más de
20 años, como en España.
Los comentarios, una vez más, sobran.
Las cifras de los archivos soviéticos
En el Gulag estaban comprendidos 105 campos de trabajo
correccionales, 9 especiales, y 97 departamentos de campos y colonias
de las repúblicas de la unión, autonomías, regiones y distritos.
Entre 1921 y 1953 pasaron 4.060.306 personas por el sistema penal
soviético, incluidas 799.455 que fueron condenadas a fusilamiento. El
punto álgido se alcanza en 1937-1938. En ese periodo fueron condenadas
1,3 millones de personas, de las cuales 681.692 fueron ejecutadas.
Diferentes sectores sociales fueron objeto de represalias políticas:
Kulaks: cerca de 5 millones fueron deportados a colonizaciones especiales.
Clero: más de 200.000 personas.
Militares: 40.000 entre 1937 y 1941 y 994.000 durante la guerra, de ellos 157.000 fusilados.
Nacionalidades deportadas: 14 pueblos por completo, 48 parcialmente.
En los años 60 a 80, el KGB desarticuló 3.000 grupos "disidentes". 13.500 miembros de esos grupos fueron represaliados.
La rehabilitación comenzó con Jruschov en 1956. Más de 500.000
personas fueron "rehabilitadas" en los años 50 y 60. Otras 500.703
ciudadanos fueron rehabilitados judicialmente después de que se
aprobara la ley sobre "rehabilitación de las víctimas de la represión
política" el 18 de octubre de 1991.
En el mismo periodo los fiscales revisaron 631.000 apelaciones en
las que se rehabilitó a 165.717 y se declaró perjudicadas a otras
309.717. En 1999 se revisaron más de 42.000 procesos (1917-1960) que
afectaban a 64.362 personas. Además fueron rehabilitadas 7.271 personas
y otras 12.263 fueron declaradas perjudicadas como consecuencia de
interpelaciones de ciudadanos y organizaciones.
Fuente: Agencia Tass, 30/10/2000
Los convictos del Gulag
Pero todas esas cifras expuestas no nos darían una imagen ni
siquiera aproximada de la URSS en los años treinta y las durísimas
condiciones en las que se desarrollaba la lucha de clases de los
obreros y los campesinos pobres. Pese a la colectivización, los kulaks
no desistieron en su empeño de doblegar a los campesinos pobres,
asesinando a los militantes comunistas, a los funcionarios del Estado y
a los cooperativistas, incendiando las cosechas, provocando plagas,
matando a los animales de trabajo y provocando el hambre. El Partido
Comunista y los campesinos pobres tuvieron que luchar en las
condiciones más adversas porque los kulaks contaban con importantes
apoyos exteriores y tenían experiencia de años en el control de todos
los resortes del poder en el campo. Sin duda la represión debió ser
dura y los kulaks más destacados por sus crímenes fueron justamente
ejecutados o condenados a los campos de trabajo. No obstante, de los 10
millones de kulaks existentes antes de la colectivización sólo
resultaron condenados 1'8 millones de ellos a diversas penas.
Es seguro que cuando la lucha es tan encarnizada y de tan vastas
proporciones, se produjeron errores, injusticias y venganzas
particulares. Pero en su conjunto, la lucha fue acertada, permitió
subsistir a la URSS y salvó aún muchas mas vidas de las que costó. Y
sobre todo: esas vidas que se salvaron eran las de los obreros, los
campesinos pobres, los cooperativistas y la población en general de
todos los pueblos de la URSS.
Además, la situación no se ceñía exclusivamente al campo. También
en las fábricas y en el Ejército ocurría algo parecido. Numerosos
cuadros y técnicos provenían de las filas de la burguesía, ya que eran
cuadros cualificados de los que no se pudo prescindir inicialmente. La
mayor de parte de ellos colaboraron lealmente con los obreros en los
planes quinquenales, pero otros saboteaban la producción, retrasaban
los suministros, destruían la maquinaria y boicoteaban las tareas,
causando un extraordinario perjuicio a la producción, en unos momentos
clave en que la amenaza exterior del imperialismo acechaba.
La revolución, cabe concluir, no es un camino de rosas,
desgraciadamente. Pero no será porque los revolucionarios estén
sedientos de sangre. Es seguro que si los capitalistas renunciaran
voluntariamente a sus privilegios, todo resultaría más fácil. La
Historia demuestra que eso no ha sucedido nunca y que los que lo tienen
todo no dudan en masacrar a los que no tienen nada para salvaguardar
sus prebendas. Y luego encima nos vuelven la historia del revés.
http://www.45-rpm.net/palante/gulag.htm